El sol aún no salía, María, caminaba rumbo al sepulcro donde algunos días atrás el maestro había sido sepultado, su mente era un cúmulo de recuerdos aglomerándose uno tras otro, recuerdos de los milagros, de las enseñanzas, recuerdos de Jesús, la mirada amorosa del maestro aún se percibía cálida aunque fuera solo en su abrumada memoria; y estando próxima a la tumba, inhala un gran suspiro deseando que todo esto nunca hubiera pasado.
Una noche, esta mujer, tomo a su niña en brazos y oró: “Padre, yo amo a mi hija y no quiero perderla, pero ella está sufriendo y no es justo que ella sufra, te ruego que si quieres dejármela entonces puedas sanarla, pero si no quieres entonces llévala contigo pronto para que deje de sufrir.”
La niña pronto murió y mientras su madre lloraba, en el fondo de su corazón agradecía la respuesta.